Sorprendente historia de mujer que perdona y ofrece refugio a los asesinos de su familia

Después de sus seres queridos asesinados por la guerrilla , la colombiana Pastora Mira García no sólo perdonó a los asesinos, sino que también ofreció refugio y atención a los hombres en momentos delicados.
Cuando Pastora tenía sólo 4 años, ella y sus ocho hermanos asistieron a su padre, Francisco Mira, siendo muerto por rivales políticos en abril de 1960. “Empujaron a mi madre hacia un lado, le dispararon a mi padre y luego lo decapitaron delante de nosotros”, recordó García.
Pastora contó que en el año 2005 llegó un hombre herido a su casa, ubicada en el municipio de San Carlos, Antioquia. Ella estaba de luto. Hacía tres días su hijo Jorge Aníbal fue asesinado por los paramilitares.
Ella ayudó al joven, lo dejó entrar a su hogar y le ofreció la cama de su hijo para que se recuperara. Sin embargo, ese “jovencito”, como ella lo nombró, vio las fotos de su hijo Jorge y lo reconoció. ¿Por qué estan las fotos del hombre que matamos aqui? Dijo el hombre.
El hombre que estaba en la cama conocía a Jorge Aníbal, ese hombre hacía parte del grupo paramilitar de la zona y fue uno de los asesinos del hijo de Pastora Mira.
Le reconoció a Pastora que ellos mataron a Jorge, y le narró todos los detalles de los hechos. Contó cómo lo torturaron antes de matarlo.
A pesar de lo que le dijo, Pastora siguió ayudando al paramilitar a pesar de lo que sentía su alma. “Le serví sin causarle ningún daño, a pesar del dolor”, comentó.
Pastora, quien nació en 1956 en San Carlos, Antioquia, ha sido víctima del conflicto armado desde que tenía seis años, cuando todavía no habían llegado la guerrilla y los paramilitares a su pueblo. Su padre fue asesinado cuando apenas era una niña.
Cuando su hija Sandra Paola tenía dos meses, su primer esposo fue asesinado, dejando una niña sin padre, y obligando a Pastora a ser cabeza del hogar. En ese momento ingresó a trabajar a la inspección de Policía, pero las amenazas de los grupos armados la obligaron a renunciar.
Encontró una fuente de ingreso para alimentar a su familia montando un negocio en su pueblo, pero las contantes extorsiones de los grupos al margen de la ley la obligaron a regalar toda la mercancía, pues no le alcanzaba para vivir.
En 2001 su hija, Sandra Paola, desapareció. Nunca volvió a saber de ella y la lloró durante siete años, tiempo que se tardó en encontrar el cadáver.
Y fue en 2005, cuando ya llevaba un año trabajando con familias víctimas de desaparición forzada que los paramilitares acabaron con la vida de Jorge Aníbal.
A pesar de todo Pastora perdonó, y está convencida de que el perdón es el camino que debe seguir Colombia para alcanzar una verdadera paz: “A través de la plegaria de su santidad sea transformado en bendiciones y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que en las últimas cinco décadas ha sufrido Colombia”.
A pesar de tanto sufrimiento en su familia, Pastora no sólo encontró el perdón en su corazón, sino que también cuidó de los asesinos en diferentes ocasiones.
En uno de esos casos, antes de la muerte de su madre, ella encontró al hombre que asesinó a su padre viviendo en condiciones de salud precarias. “Habría sido muy fácil, dadas las circunstancias en que él vivía, envenenar su comida o usar otro método para acabar con su vida”, cuenta.
“Me senté llorando en el camino de vuelta y decidí visitarlo con frecuencia, junto a las personas que visitaban a los enfermos; para ayudarle a curarse, llevar comida y ropa. “Lo hicimos por un largo tiempo“, revela.
En medio de la situación, Pastora aprendió una lección profunda: “Cuando la madre del asesino de mi padre le dijo a su a su hijo: ‘¿Sabes quién es la que te cuida? Ella es una de las muchas huérfanas que usted dejó atrás. Ella es hija de Pacho Mira. Él nunca más me miró a los ojos. Yo entendía que la culpa es peor que el dolor “.
Desde entonces, Pastora fundó un centro de reconciliación en Colombia, centrado en promover un camino de curación para las víctimas del conflicto armado en el país.