Cómo es el microchip que esta desarrollando el Pentágono para detectar el coronavirus antes de que aparezcan los síntomas

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El gel transmisor se coloca debajo de la piel y envía información en apenas unos minutos si la persona está contagiada. Está siendo desarrollado por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de los Estados Unidos.

Mientras los laboratorios internacionales continúan redoblando esfuerzos para el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus, el mundo científico trabaja en paralelo para hallar nuevas alternativas para contener la propagación del brote que ya ha infectado a más de 136 millones de personas en todo el mundo, y le ha causado la muerte a casi tres millones.

En esa carrera por encontrar soluciones a un problema que afecta a todo el mundo, científicos norteamericanos del Pentágono desarrollaron un implante de alta tecnología que se coloca debajo de la piel y detecta si la persona en cuestión está infectada con covid-19, antes de que aparezcan los síntomas. Este novedoso desarrollo fue llevado a cabo por la secreta Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) del Ejército de Estados Unidos.

Durante una entrevista con el tradicional programa “60 Minutes”, que se emite por la cadena norteamericana CBS, el coronel retirado Matt Hepburn, médico de enfermedades infecciosas del Ejército, explicó cómo funciona este implante.

“Esa pequeña cosa verde que hay ahí, la pones debajo de la piel y lo que te dice es que hay reacciones químicas en marcha dentro del cuerpo y esa señal significa que vas a tener síntomas mañana”, reveló el científico.

Ese microchip, que se encuentra incrustado en un gel similar a un tejido, está diseñado para analizar continuamente la sangre del receptor y así poder detectar la presencia del virus. Una vez detectado el covid-19, el pequeño dispositivo envía una señal al paciente para que realice un análisis de sangre rápido y poder confirmar el resultado positivo.

Al ser consultado si el chip se trata de un “transmisor real”, Hepburn indicó que “es como una luz de ‘check engine’ (revistar motor)”. “Podemos tener esa información en tres o cinco minutos. Al truncar ese tiempo, al diagnosticar y tratar, lo que se hace es detener la infección en seco”, agregó.

El sensor tiene dos partes. Uno es una cuerda de hidrogel de 3 mm, un material cuya red de cadenas de polímero se utiliza en algunas lentes de contacto y otros implantes. Insertado debajo de la piel con una jeringa, el hilo incluye una molécula especialmente diseñada que envía una señal fluorescente fuera del cuerpo cuando el cuerpo comienza a combatir una infección. La otra parte es un componente electrónico adherido a la piel. Envía luz a través de la piel, que detecta la señal fluorescente y genera otra señal que el usuario puede enviar a un médico, sitio web, etc. Es como un laboratorio de sangre en la piel que puede detectar la respuesta del cuerpo a una enfermedad antes de la presencia de otras síntomas, como la tos.

Conscientes de que microchips de este tipo despertarán escepticismo y preocupación, sobre todo al ser desarrollados por una agencia gubernamental, los científicos norteamericanos aclararon que no se trata de un dispositivo creado para rastrear los movimientos de las personas, sino que su único fin es analizar la sangre y detectar posibles infecciones.

Ese mismo escepticismo se ha visto en muchas personas desde que comenzó la campaña de vacunación a nivel mundial. El pasado mes de febrero el diario The New York Times informó que un tercio de las tropas norteamericanas se han negado a recibir la vacuna contra el coronavirus, aludiendo a la preocupación de que contenga un microchip ideado para vigilar a los receptores, que inutilice permanentemente el sistema inmunitario del cuerpo o que sea una forma de control gubernamental.

Otra agencia del Pentágono, el Instituto Conjunto de Patología, por su parte, estudia muestras de tejido de soldados y marineros infectados con patógenos de todo el mundo, como por ejemplo el pulmón dañado de una víctima reciente de covid-19. En sus laboratorios cuenta, incluso, con tejidos de pacientes infectados con la gripe española hace cien años. En 2005, un equipo del hospital Mount Sinai y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) consiguieron recrear el virus de 1918.