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Por METANOIA Noticias | El lado oscuro del afecto físico

El contacto corporal —un abrazo tras una discusión, una caricia inesperada o una mano que busca consuelo— suele ser símbolo de intimidad y amor. Sin embargo, cuando el afecto se usa como herramienta de control, puede transformarse en una forma silenciosa de manipulación emocional.

Estudios recientes de la Universidad de Columbia Británica y el Journal of Social and Personal Relationships muestran que personas con rasgos de la llamada “tríada oscura” —narcisismo, psicopatía y maquiavelismo— tienden a utilizar el contacto físico de forma estratégica para ejercer dominio sobre su pareja.

No se trata solo de expresar cariño, sino de dosificar la cercanía como método de premio o castigo, afectando directamente la autoestima y generando dependencia afectiva.


Cuando el abrazo deja de sanar y empieza a someter

Según los especialistas, en las relaciones marcadas por este patrón, el gesto amoroso pierde espontaneidad: un abrazo puede llegar justo después de un conflicto, no como reconciliación genuina, sino como forma de mantener la influencia.

El psicólogo Michael D. Robinson, en su investigación publicada en Personality and Individual Differences, describe cómo el afecto físico es “administrado” como respuesta a conductas convenientes. Cuando la pareja actúa conforme al deseo del manipulador, recibe cercanía; cuando no, enfrenta distancia emocional o rechazo físico.

Esta intermitencia emocional crea un terreno fértil para la ansiedad, ya que la persona afectada busca constantemente recuperar el afecto perdido, reforzando el ciclo de dependencia.

“El miedo a no ser abrazado se convierte en el miedo a no ser amado”, concluye Robinson.


El papel del apego y la vulnerabilidad emocional

El impacto de estas dinámicas se agrava cuando existen estilos de apego inseguros, especialmente el apego ansioso. Quienes temen al abandono suelen interpretar la falta de contacto como señal de rechazo y pueden hacer cualquier cosa por recuperar la atención de su pareja.

Por otro lado, quienes presentan apego evitativo pueden usar el distanciamiento físico como mecanismo de defensa, generando un juego de poder que deteriora la confianza.

Cuando ambos factores se combinan —una personalidad manipuladora y una persona emocionalmente dependiente—, el cuerpo deja de ser un canal de amor para convertirse en una moneda de cambio emocional.

El contacto físico saludable refuerza el bienestar emocional, mientras que el manipulador genera culpa, desconfianza o temor

Reconocer y sanar las relaciones condicionadas

Los expertos coinciden: el contacto físico no es neutral. Puede ser un acto de ternura o un instrumento de control, dependiendo de su intención y contexto.

Un vínculo saludable se caracteriza por gestos de afecto libres de condiciones, donde el cuerpo comunica seguridad, no miedo. Si un abrazo genera culpa, ansiedad o la sensación de que debe “ganarse”, es señal de que la relación puede estar atravesando una forma de manipulación emocional.

Reconocerlo es el primer paso hacia la libertad emocional y espiritual.


Reflexión METANOIA: el amor que libera, no el que controla

Desde una mirada cristiana, el amor nunca debería usarse como herramienta de dominio. La Biblia enseña en 1 Corintios 13:5 que “el amor no busca lo suyo”, sino que se entrega sin exigir.

El afecto genuino, inspirado en Cristo, no condiciona ni manipula, sino que sana, edifica y refleja la gracia divina. Dios nos invita a amar con pureza, sin temor ni interés, recordando que el verdadero amor echa fuera el miedo (1 Juan 4:18).

En un tiempo donde incluso las emociones pueden ser utilizadas como control, la fe nos llama a redimir el significado del contacto y del amor, para que cada abrazo, cada gesto y cada palabra vuelvan a ser señales de libertad, no de dependencia.